De Concubina Imperial a Emperador de China
Por un curioso hazar, el nuevo emperador Gaozong irá a visitarla y caerá a su vez prendado de la bella Wu. Ésta cede a sus avances y se queda encinta. Cuando la noticia llega a oídos del emperador, Wu es inmediatamente traída de vuelta a la corte. La emperatriz cornuda no ve en ello ningún inconveniente: a todas luces es estéril y prima la idea de dar un heredero al imperio chino; también porque el harén es un hervidero de intrigas donde las demás concubinas imperiales traman constantemente "destronarla" y, Wu, precedida por su fama de mujer dócil, inofensiva y amable, suscita su simpatía. De hecho, toda la corte cree que Wu es tan piadosa como dulce.
El nacimiento, tan esperado, del fruto de su idilio con el emperador (una niña bastarda) la lleva al desespero hasta el momento en que toma conciencia del gran potencial que le ofrece su hija.
Justo después de una visita de la emperatriz, Wu estrangula a su hija y, interpretando a la perfección el papel de madre destrozada por el dolor, deja que sus sirvientas acusen (para salvar sus cabecitas) a la imperial visitante. El emperador, indignado, destierra a la emperatriz asesina y la sustituye por Wu pero, preso de remordimientos, Gaozong toma la decisión de ir a visitar a su ex-primera esposa para aclarar el asunto. Enterada la nueva emperatriz, manda a sus esbirros que se hagan con su rival y predecesora, le amputen pies y manos antes de ahogarla en un barril de vinagre. Empieza entonces su sanguinolento reinado de terror: cualquier disidente, cualquier rival es enviado al otro mundo; su marido el emperador Gaozong será envenenado, su familia política asesinada, su favorito suprimido, los consejeros imperiales decapitados y sus mujeres e hijas vendidas como esclavas.
Habida cuenta que los dos hijos mayores del difunto emperador habían sido liquidados por su insolencia hacia la emperatriz viuda, será el tercer hijo quien heredará el imperio y sustituirá a Gaozong. No tardará en ser depuesto, víctima de una conspiración palatina urdida por la propia Wu, su madre. Y, sin reír, ella misma manda proclamar públicamente que es un hombre "según el Espíritu Celeste" y toma, ni corta ni perezosa, el título de emperador. Lo nunca visto en toda la historia de China.
Que Wu se haya proclamado "Emperador", no le impide conformar un harén masculino para su exclusivo uso y disfrute. En él, solo entran los machos más apuestos y mejor dotados del imperio. Pero dicho harén no pareció contentarla suficientemente ya que, según se cuenta, le complacía enormemente que le practicasen el cunilingus los extranjeros venidos en visita oficial a la corte china. Taoísta, creía firmemente en la virtud de los intercambios de fluídos sexuales.
Amén de su temible apetito sexual, Wu tuvo una ambición sin medidas. Puesto que el título de emperador no le era suficiente (y eso que fue la única mujer en llevar dicho título en toda la historia de China), pone fin a la dinastía Tang en el año 690, y crea la suya: la dinastía Zhou. Para asegurar su supervivencia, nombra heredero y perpetuador de su dinastía a su hijo Zhongzong, al que no mandará asesinar como al resto de sus familiares, con la esperanza de que éste recogerá el testigo materno.
Dado su comportamiento de auténtica tirana, cosa que no impide que se convierta en la soberana china más popular de la historia, pronto se trama en la corte una conspiración que no tiene otro objetivo que poner al heredero Zhongzong en el trono celestial. El complot resulta todo un éxito: la noche del 22 de febrero de 705, tras hacerse con la guardia de palacio y degollar a todos sus favoritos, los conspiradores obligan a la vieja soberana a ceder la corona a su hijo. Secuestrada, sus enemigos le afeitan la cabeza y la encierran en el mismo monasterio donde, en su juventud, había sido internada. Pocos meses después, Wu fallecía a la edad de 83 años.
Lo más sorprendente de esta historia es que fue una emperatriz adorada por sus súbditos, sobretodo por su pueblo, interpretando el papel de gran devota. Es ella quien mandó realizar una soberbia escultura de Buda para las grutas de Longmen (hoy patrimonio de la UNESCO), organizando numerosos peregrinajes. Su reinado supone una época de gran estabilidad y modernización para el imperio. Instaura la libertad de culto, la sanidad pública, promueve la investigación médica, establece una gran red de centros de enseñanza que admiten a las mujeres, reduce los impuestos, reparte tierras a granjeros, desmobiliza el ejército abogando por la negociación diplomática, reglamenta el acceso para cualquier cargo público y conforma una corte de intelectuales y eruditos. Llega incluso a mejorar el estatus de las mujeres de su imperio y escribe, para ello, un libro sobre "la conducta a llevar por las mujeres en sus hogares", en el que alaba la dulzura, la humildad y la total sumisión que las esposas deben observar con sus maridos. Fue, desde luego, todo lo contrario de lo que ella hizo y practicó en vida.